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Once puertas a la inmortalidad

                                                                        

Atthakanagara Sutta

MN 52 {10M.1.2}


Esto he escuchado.

En una ocasión, el venerable Ananda estaba morando en Beluvagamaka cerca de Vesali. En aquella ocasión Desama, un hombre hogareño de Atthakanagara, llegó a Pataliputta. Una vez terminado sus asuntos en Pataliputta, fue a Beluvagamaka a ver al venerable Ananda. Después de rendirle sus respetos, se sentó a un lado y le preguntó:

Venerable Ananda, ¿existe alguna cosa única —proclamada por el Despierto plenamente realizado e iluminado— mediante la cual, si el monje morara diligentemente en ella, ardiente y resuelto, su mente esclavizada llegaría a liberarse, sus contaminaciones se destruirían y, así, alcanzaría la suprema libertad antes no alcanzada?

Sí, hombre hogareño, semejante cosa ha sido proclamada por el Despierto.

[1] He aquí, apartado de los placeres sensuales, apartado de los perjudiciales estados mentales, el monje entra y permanece en el primer jhana, el cual se haya constituido de pensamiento aplicado y sostenido, arrobamiento y felicidad, nacidos del aislamiento. Él comprende que este primer jhana es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese.  Entonces, si se establece firmemente en él, alcanza la destrucción de las contaminaciones, pero si no alcanza la destrucción de las contaminaciones —por su deseo y deleite en el Dhamma—, entonces, con la destrucción de las cinco cadenas menores, llegará a ser uno que reaparece espontáneamente en las Moradas Puras, para alcanzar allí el Nibbana final, sin retornar nunca más a este mundo.

Esta es la cosa única —proclamada por el Bienaventurado, plenamente realizado e iluminado— mediante la cual, si el monje mora diligentemente en ella, su mente esclavizada llega a liberarse, sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[2] Además, hombre hogareño, al calmar el pensamiento aplicado y sostenido, el monje entra y permanece en el segundo jhana, caracterizado por la tranquilidad y unificación mental, libre de pensamiento aplicado y sostenido, lleno de arrobo y felicidad nacidos de la concentración. Él comprende que este segundo jhana es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese.  Entonces, si se establece firmemente en él, alcanza la destrucción de las contaminaciones, pero si no alcanza la destrucción de las contaminaciones —por su deseo y deleite en el Dhamma—, entonces, con la destrucción de las cinco cadenas menores, llegará a ser uno que reaparece espontáneamente en las Moradas Puras, para alcanzar allí el Nibbana final, sin retornar nunca más a este mundo.

Esta, también, es una cosa única —proclamada por el Bienaventurado, plenamente realizado e iluminado— mediante la cual, si el monje mora diligentemente en ella, ardiente y resuelto, su mente esclavizada llega a liberarse, sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[3] Además, hombre hogareño, con la desaparición del arrobo, el monje permanece ecuánime, con atención consciente y clara comprensión, experimentando felicidad en su cuerpo; así, entra y permanece en el tercer jhana, del cual los nobles declararon: es ecuánime, atentamente consciente, alguien que ha encontrado una morada placentera. Él comprende que este tercer jhana es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[4] Además, hombre hogareño, con el abandono del placer y la pena, con la previa desaparición de la alegría y el displacer, entra y permanece en el cuarto jhana, que es ni doloroso ni placentero y se caracteriza por la purificación de la atención consciente a través de la ecuanimidad. Él comprende que este cuarto jhana es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[5] Además, hombre hogareño, el monje mora impregnando las cuatro direcciones cardinales, arriba, abajo y alrededor, al mundo entero y a sí mismo, con la mente imbuida de amor benevolente, abundante, excelso, inconmensurable, sin hostilidad ni animadversión. Él comprende que esta liberación mental, a través del amor benevolente, es condicionada y producida volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[6] Además, hombre hogareño, el monje mora impregnando las cuatro direcciones cardinales, arriba, abajo y alrededor, al mundo entero y a sí mismo, con la mente imbuida de compasión, abundante, excelsa, inconmensurable, sin hostilidad ni animadversión. Él comprende que esta liberación mental, a través de la compasión, es condicionada y producida volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[7] Además, hombre hogareño, el monje mora impregnando las cuatro direcciones cardinales, arriba, abajo y alrededor, al mundo entero y a sí mismo, con la mente imbuida de dicha altruista, abundante, excelsa, inconmensurable, sin hostilidad ni animadversión. Él comprende que esta liberación mental, a través de la dicha altruista, es condicionada y producida volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[8] Además, hombre hogareño, el monje mora impregnando las cuatro direcciones cardinales, arriba, abajo y alrededor, al mundo entero y a sí mismo, con la mente imbuida de ecuanimidad, abundante, excelsa, inconmensurable, sin hostilidad ni animadversión. Él comprende que esta liberación mental, a través de la ecuanimidad, es condicionada y producida volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[9] Además, hombre hogareño, con la plena superación de la percepción de las formas, con la desaparición de la percepción sensorial, sin prestar atención a la percepción de la diversidad, consciente de la infinitud del espacio, el monje entra y permanece en la esfera del espacio infinito. Él comprende que el logro de la esfera del espacio infinito es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.


[10] Además, hombre hogareño, con la plena superación de la esfera del espacio infinito, consciente de la infinitud de la consciencia, el monje entra y permanece en la esfera de la consciencia infinita. Él comprende que el logro de la esfera de la consciencia infinita es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

[11] Además, hombre hogareño, con la plena superación de la esfera de la consciencia infinita, consciente de que no hay nada más, el monje entra y permanece en la esfera de la nada. Él comprende que el logro de la esfera de la nada es condicionado y producido volitivamente, y que cualquier cosa que es condicionada y producida volitivamente, es transitoria y sujeta al cese… sus contaminaciones se destruyen y alcanza la suprema liberación antes no alcanzada.

Cuando el venerable Ananda terminó de hablar, el hombre hogareño Dasama exclamó:

¡Venerable Ananda! Como un hombre que busca la entrada a un tesoro escondido y, de pronto, vislumbra simultáneamente once entradas a su objetivo, así, mientras buscaba una entrada a lo Inmortal, he visualizado de golpe once entradas a la inmortalidad. Al igual que un hombre que tiene una casa con once puertas —que arde entre las llamas de un fuego destructor— puede huir y salvarse a través de cualquiera de las once puertas, así, también, puedo ponerme salvo a través de cualquiera de estas once puertas hacia la inmortalidad. Venerable señor, si otras sectas brindan ofrendas a sus maestros, ¿por qué no me sería posible hacer una ofrenda al venerable Ananda?


Entonces Dasama, el hombre hogareño de Atthakanagara, reunió al sangha de los monjes de Pataliputta y Vesali, y con sus propias manos les sirvió varias clases de comida. Luego, dando a cada uno de ellos dos telas, dio al venerable Ananda un triple hábito y mandó a construir para él una vivienda por el valor de quinientas piezas de plata.