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Las moscas


Katuviya Sutta 

AN 3,128 {3,129}


En cierta ocasión, cuando el Despierto moraba en el parque de los venados de Isipatana, cerca de Baranasi, se levantó temprano por la mañana, se vistió, tomó su cuenco, hábito exterior y entró a la ciudad en busca de la comida de las limosnas. Mientras caminaba buscando las limosnas, vio a cierta distancia —cerca de la higuera donde se uncía al ganado— a un monje de mente confusa y sin clara comprensión que buscaba gratificación en lo externo, desconcentrado, con la mente dispersa y los sentidos extraviados. Viéndolo así, el Despierto le habló a aquel monje:

Monje, no te contamines a ti mismo. Es inevitable que las moscas persigan y ataquen a quien se ha contaminado a sí mismo y se ha manchado de fetidez.

Siendo exhortado así por el Bienaventurado, el monje adquirió en aquel momento el sentido de urgencia [por la práctica].

Cuando el Bienaventurado, luego de haber caminado por Baranasi en búsqueda de la comida de las limosnas —y después de haberla comido—, retornó al parque, dijo a los monjes:

Monjes, esta mañana, muy temprano, me vestí, tomé el cuenco y hábito exterior, y entré a Baranasi en búsqueda de la comida de las limosnas. Mientras caminaba buscando la comida de las limosnas, vi a cierta distancia —cerca de la higuera donde se unce al ganado— a un monje de mente confusa y sin clara comprensión que buscaba gratificación en lo externo, desconcentrado, con la mente dispersa y los sentidos extraviados. Habiéndolo visto así, me dirigí a aquel monje:

Monje, no te contamines a ti mismo. Es inevitable que las moscas persigan y ataquen a quien se ha contaminado a sí mismo y se ha manchado de fetidez.

Acto seguido, al ser exhortado por mí de ese modo, aquel monje adquirió el sentido de urgencia [por la práctica].

Dicho esto, uno de los monjes preguntó al Bienaventurado:

Venerable Señor, ¿qué debemos entender por la fetidez, la contaminación y las moscas?

Monje, el anhelo es la contaminación, la animadversión es la fetidez y los perjudiciales estados mentales son las moscas. Es inevitable que las moscas persigan y ataquen a alguien que se ha contaminado a sí mismo y se ha manchado con la fetidez.

Las moscas —los pensamientos producidos por la codicia—
corren persiguiendo a quien es indisciplinado en sus facultades mentales
y  no vigila su ojo ni oído.

El monje contaminado,
manchado por la hedionda fetidez,
está muy lejos del Nibbana y sólo el dolor es su cosecha.

Ya sea en el pueblo o en el bosque,
cuando un tonto no alcanza la paz por sí mismo,
da vueltas perseguido por las moscas.

Pero aquel que se ha realizado en la conducta virtuosa,
que se deleita en la sabiduría y la paz,
aquel pacífico vive feliz habiendo destruido las moscas.